EL valor de la disrupción Por Clara Monroy
Vivimos en una sociedad que constantemente nos plantea una paradoja. Por un lado nos exige ser originales mientras que, por el otro, nos pide mantenernos dentro de las normas del mercado y la moda. ¿Cómo volvernos diferentes en un mundo de indiferencia? Esa es la disyuntiva que nos impone la moda hoy en día y que exige parámetros que resultan aparentemente irreconciliables.
Nuestra necesidad de pertenencia responde a una pulsión natural de supervivencia, solo formando parte del grupo podemos seguir adelante. Nuestra naturaleza gregaria sabe que necesitamos del otro para sobrevivir y, sin embargo, sabemos también que solo aquellas mentes y personalidades que se atreven a salir del molde son las que marcan el futuro. Las que diseñan lo que los demás seremos y las que nos permiten, como humanidad, evolucionar.
Creatividad solitaria en un mundo homogéneo
Este modelo del creativo solitario que se sale de la norma surge, en gran medida, a partir del siglo XIX. Cuando ante las nuevas técnicas, la producción y reproducción en serie, la popularización del periódico, el cine y la fotografía aparecieron sociedades mucho más homogéneas a nivel global. Y en las que, justamente, empezaron a destacar estas voces de disrupción que se rehúsan a seguir los parámetros previamente establecidos. Aquellos que son vistos como extraños, como outsiders, porque no se conforman con lo aceptado por la mayoría y deciden ir a su propio ritmo. Estos personajes que se salen de las normas son quienes han permitido que la humanidad avance y genere nuevas ideas.
Quizás uno de los ejemplos más claros sean los Impresionistas, ese grupo de artistas de finales del siglo XIX que decidió poner en juego la búsqueda tradicional del arte y que recibió toda clase de burlas (incluso su nombre surge de una crítica en un periódico a consecuencia de la obra Impresión, sol naciente, de Monet). Y que, a pesar de todo, se mantuvieron fieles a sus propuestas y abrieron la puerta para que el arte y el diseño del siglo XX tuvieran sus referentes en los movimientos de las vanguardias históricas.
De la búsqueda genuina a la rebeldía por sí misma
Desafortunadamente, este concepto se ha vuelto la norma; muchos creativos pretenden “ser diferentes” por el mero hecho de serlo. Sin una búsqueda honesta detrás que marque el paso de sus creaciones, sino que genera un rechazo en el público de manera tal que el reconocimiento se gana por el hecho de ser rebelde per se, sin un discurso que lo justifique.
El mercado y la disrupción: ¿Ganancia o autenticidad?
Es con esas ideas con las que lidiamos en el mundo creativo hoy en día, ese mundo en el que las tendencias y la disrupción buscan un lugar en el mercado. Lejos han quedado aquellos artistas románticos que morían en su buhardilla junto a una botella de ajenjo. Y poco más lejos, los creativos que empujaban los límites de lo socialmente aceptado hasta sus últimas consecuencias sin salirse por completo de ellas –Da Vinci, por ejemplo––.
Hoy nos enfrentamos a muchos artistas que rompen con todos los parámetros sin una búsqueda personal. Frente aquellos que siguen las tendencias marcadas por las marcas y aquellos que nos dicen lo que debemos ser. Y que en la mayoría de los casos lo que termina rigiendo la búsqueda es la ganancia económica que de ello pueda derivar.
Por eso es importante cuestionar, siempre, el valor que damos a las modas y a las tendencias. Porque son generalmente aquellos que no las siguen, las refutan y las cuestionan pero que tienen una voz propia, quienes terminan por promover lo que más adelante será visto como tendencia.