El maridaje consiste en acompañar un platillo con el vino que mejor resalte los aromas de ambos. Cuando la combinación es perfecta, revela sensaciones y sabores nuevos tanto en lo que comemos como en lo que tomamos haciendo del momento una experiencia memorable. Si a este maridaje agregamos una arquitectura diseñada con el mismo cuidado y atención, el resultado es Tierra Tinta, un viñedo en El Cariñán, Aguascalientes, que rescata la tradición vitivinícola del estado.
¿Cuál es el maridaje perfecto entre vino y arquitectura?
Esta pregunta se formuló el arquitecto tapatío Francisco Gutiérrez, director de Coa Arquitectura, al diseñar Tierra Tinta, un viñedo-residencial que integra la arquitectura al paisaje más allá de muros, puertas y ventanas, convirtiéndose en elemento espacial llamado ambiente o atmósfera que involucra todos nuestros sentidos.
“Desde características geométricas, dimensiones, relaciones espaciales entre aperturas, cierres, materialidad y escalas hasta condiciones atmosféricas como temperatura y luz, son los elementos que construyen una atmósfera”, explica Francisco.
¿El ambiente cambia nuestra percepción de un vino?
Todo lo que nuestros sentidos reciben está filtrado por la memoria individual y colectiva y es aquí donde la arquitectura toma un papel importante en cómo vivimos una experiencia o incluso, un sabor.
“La experiencia se construye por todos los sentidos a la hora de comer o beber; sin duda el espacio completa o abona a esta. La temperatura, el lugar y la atmósfera, aunados al contexto cultural, aportan a la experiencia final”, agrega Francisco.
Desde disfrutar mejor los sabores al tener un clima y una vista agradable hasta percibir mayores tonalidades del vino, sentirnos seguros en un espacio o conectar con lo que sentimos en cada trago, en un espacio que nos invite a la introspección, son algunos ejemplos de cómo pequeños cambios en la arquitectura pueden enriquecer una experiencia vinícola.
La arquitectura de Tierra Tinta
Gracias a su materialidad, a sus formas simples pero contundentes y a la fuerte relación entre espacios abiertos y cerrados, Tierra Tinta logra que el visitante se sienta conectado con el suelo que pisa y con el vino que bebe.
“Fue importante ir a las raíces de la tierra, de ahí el nombre… las etiquetas, el lugar y la idea de trabajar con la tierra para los muros. Esto hacía sentido en un sitio de producción de algo tan natural como el vino”, comenta el arquitecto.
Los muros de este proyecto están hechos con la tierra que se extrajo del terreno para realizar la cava subterránea, logrando que los volúmenes se mimeticen perfectamente con el paisaje. Asimismo, piezas de acero oxidado nos recuerdan las estructuras y tejavanes de las rancherías.
La cava subterránea es un lugar único dentro de este complejo pues gracias a las propiedades de la tierra, fue posible el mantener las paredes completamente expuestas y sin muros de contención. El ambiente húmedo, fresco y en semipenumbra es perfecto para conservar los vinos y para disfrutar la cata que este viñedo ofrece en este espacio.
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